sábado, 17 de septiembre de 2011

Clarulina + Miguel Monteagudo, Elena Pérez y Montse Augé


Quizás
Puede que fuera el tiempo, se decía. Esas nubes grises y oscuras que no hacían mas que llenarle el día de melancolía irracional.
Ese viento ni fuerte ni débil que no servía para nada más que darle dolor de cabeza y pitido en los oídos.
O puede que fuera la gente. Las personas desconocidas... esas cosas con ojos y boca que no hacían más que crisparle la vida, dejándole con ganas de quitarles la piel a tiras como plátano sin madurar.
O quizás fuera la comida. Conservantes con nombres en clave imposibles de descifrar que se le metían en lo mas interno de su cuerpo jugando con su humor como pelota de Roland Garros.
O quizás fuera la televisión. Ese aparato atrapa-mentes donde todo esta guionizado y colocado para exprimir la ira y el morbo de la gente sacando lo peor que todos llevamos dentro.
O quizás fuera el futbol. Fiesta nacional por excelencia que le removía los instintos mas primitivos de su ser, haciéndole perder por completo la razón dando igual si su equipo ganaba o perdía.
O quizás fueran los políticos. Si, esos tenían mucha culpa. Hipocresía convertída en un ser parlante que tiene las narices de creerse representante de alguien como él. Eso le hacía hervir la sangre.
O quizás fuera la crisis.
O estafa.
O como lo llamasen. Al fin y al cabo eso ponía de mal humor a cualquiera. Sobretodo si como él, formas parte de la mal llamada “clase media”.
O quizás fuera el amor. Ay, el amor... ese sentimiento imposible de definir que le llenaba tanto que el dolor de su final le hacía caer en la desconfianza mas profunda.
Pero no. Su problema no estaba en el tiempo. Ni en la gente. Ni en la comida. Ni en la televisión. Ni en el fútbol. Ni en los políticos. Ni en la crisis. Ni mucho menos en el amor.
Su problema estaba al otro lado del espejo.
Y cuando entendió eso, camino hacia adelante sin miedo...
y ya no necesitó mas quizás.
Miguel Monteagudo
http://skymonty.blogspot.com/


Sin título
Era otro caluroso día del mes de agosto. Siempre era agosto. El suelo estaba cubierto de una fina capa de polvo de un color dorado tan intenso, que parecía abrasar bajo sus pies.
Le dijeron que el destino era un lugar. Un día, decidió salir a buscarlo. Y así pasaron muchos años, así había pasado casi toda su vida...
Una vez trazó un mapa en el que señaló todos los lugares en los que había estado: pequeños y grandes, de sabores salados y dulces, lugares junto a montañas o ríos, playas infinitas, lagos profundos, lugares con personas amables, con gente extraña... Había un lugar tan frío, que aún hoy, cuando cerraba los ojos para recordar, lo sentía todo lúgubre y gélido a su alrededor.
Y cada vez que llegaba a un lugar nuevo, abría el mapa y lo anotaba.
Un fuerte viento devoraba las lomas de las dunas. Caminaba, como cada día. El horizonte se había difuminado ante sus ojos y no sabía hacia qué lugar dirigirse. Entonces, un pájaro emergió de detrás de una duna, dio vueltas en círculo sobre su cabeza y se posó justo delante de él.
-¿Qué quieres?-le preguntó.
-Sólo te sigo-graznó el pájaro. Los ojos del pájaro eran negros y brillantes y cuando movía la cabeza o el pico para hablar, se oía un suave traqueteo mecánico.
-Te he seguido por lugares pequeños y grandes, de sabores salados y dulces, lugares junto a montañas o ríos, playas infinitas, lagos profundos, lugares con personas amables, con gente extraña...- La voz del pájaro era un poco estridente.
-¿Y cómo me has encontrado?-
-Has ido dejando pistas: personas a las que conociste, conversaciones, risas, lágrimas, sorpresas, reuniones, desayunos, libros, cumpleaños. Ha sido fácil. Eres una persona muy especial-
El calor era infernal. Giró un poco la cabeza y miró las huellas que había dejado tras de sí y cómo el viento las iba haciendo desaparecer.
Abrió el mapa que llevaba enrollado en su chaqueta y reconoció allí a su destino, repleto de recuerdos y sensaciones, de experiencias grandes y pequeñas, de sabores salados y dulces, de paisajes junto a montañas o ríos, de playas infinitas, lagos profundos, personas amables, gente extraña...
El destino no era un lugar. Tampoco era un tiempo futuro. El destino era el instante justo en el que se encontraba. Y allí conversaron sobre cómo les había ido en el camino. Después de varias horas hablando, cerraron los ojos de puro cansancio y entonces comenzó a oscurecer, comenzó a refrescar...
Elena Pérez
http://arqueofalas.blogspot.com/

La búsqueda
Había recorrido medio mundo en su busca. Lo arrancaron bruscamente de él, sintió una amargura   enorme en su interior y en su exterior  apareció una nueva mota negra, oscura como su dolor. Todos le decían que era inútil, que no volvería a verlo, que tal vez lo que encontrase lo sumiría en una tristeza infinita. Pero esa tristeza ya se había instalado en él, nadie logró convencerlo. La última vez que lo vio intuyó que lo llevarían al bosque. Por eso emprendió el camino a través de la senda que le iban marcando sus amigos los árboles. Nadie tenía noticias de él."¡Era tan pequeño cuando se lo llevaron!”. Pensó que tal vez hubiese experimentado tantos cambios en ese tiempo que no lo reconocería. Él mismo había cambiado, había envejecido, notaba como poco a poco desaparecía la firmeza de su cuerpo. Lo más extraño fue la desaparición de las manchas negras en su piel. ¿Sería el sol? ¿Sería el fin? Ésa no era la evolución esperada. Pero lo que menos le importaba era su aspecto.
Cuando  el cansancio empezaba a hacerse insoportable apareció algo sorprendente en el camino: el número cinco  escrito sobre una especie de monolito. Siempre les había gustado ese número. Eran cinco y al final sólo quedaron ellos dos. Y ahora sólo él. Fue avanzando lentamente por el camino, la esperanza creció de nuevo. El color del sol lo impregnaba todo. Y en el suelo, en simbiosis con aquella luz y aquellos tonos ocres y dorados, apareció él, o lo que quedaba de él. Su cuerpo había sido arrancado violentamente de su piel. Y fue abandonado en medio del camino, arrojado al suelo sin piedad, convertido en un triste despojo. Ahora únicamente marcaba  el punto final de un viaje. El viaje sin retorno más triste del mundo. La muerte de la esperanza.

Montse Augé
http://lasmusasdemontse.blogspot.com/

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